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Recuerdo las épocas de narrador de Gabriel Muñoz López, así como las de Andrés Salcedo (foto) en la Voz de Alemania, con sus partidos de la Bundesliga. Era cosa de maestros. Ello confirma que el tiempo pasado fue mejor en producción de televisión en Colombia, por lo menos en el audio.
Los comerciales, una sarta de abusos
Hay quienes dicen que la televisión la pagan los patrocinadores. Y tienen razón. Pero de ahí a que al televidente lo llenen con cientos de mensajes comerciales hay un gran abismo. Y un gran abuso.
La sarta de comerciales parece que fuera un mal necesario que tuviéramos que aguantarnos los colombianos. ¡No! Esto no tiene por qué ser así. Da gusto ver partidos en los que juega la selección nacional en canales como ESPN, donde puede uno ver 90 minutos sin interrupciones odiosas y abusivas. Lo que quieren los canales es multiplicar las utilidades a costa del respeto al televidente, especialmente al televidente cautivo, aquel que no tiene la opción de cambiar de canal. Y también de la degradación del espectáculo, convirtiéndolo en una plaza de vendedores que invaden el espacio público y hasta el privado de las salas y habitaciones de las casas, a donde llega la televisión. Esto sí es un gol al buen gusto y a la paciencia.
Una muestra
La Copa América de Fútbol 2001 se inició el 11 de julio en Barranquilla, con el partido ante Ecuador, que la selección colombiana ganó 1-0. Unos 40 mil fanáticos hacían barra en el Metropolitano y cerca de 20 millones en todo el país estaban pegados al televisor.
Ese día nos dimos a la tarea, a manera de ejercicio, de cuantificar los comerciales durante la transmisión de TV. Se contabilizaron aproximadamente 150 comerciales.
Los formatos en ese momento fueron: proyección del spot en recuadro, franja horizontal animada o estática con audio, aparición de logo con o sin audio y mención del mensaje sólo audio, sin imagen. La duración de los comerciales osciló entre 10 y 30 segundos.
De los 90 minutos de juego, 40 minutos estuvieron dedicados a comerciales y 50 minutos a narración y comentarios, sin contar los 15 minutos de descanso, otro rosario de comerciales, comentarios y repetición de las jugadas.
Como se ve, las cifras son abrumadoras. Y los telespectadores pasan el partido como si nada. Con unas cuantas cervezas o el aguardientico, nadie parece prestarle atención a los mensajes, a los formatos, a la estructura de la información y el partido es la barraquera. Las utilidades son maravillosas y el público queda listo para una próxima oportunidad.
Veremos si en los siguientes partidos, en junio de 2008, las cosas cambian. Por lo pronto, los formatos de comercialización se mantienen y la televisión colombiana sigue cosechando utilidades.
De remate
Ese invento colombiano es tan pintoresco como escuchar una partida de ajedrez narrada por la 'Nena' Jiménez, con comentarios de Martín de Francisco.
Análisis
En un país que tiene un canal llamado ‘del Dique’ y donde los vehículos tienen prelación sobre los personas, es un país que hace las cosas al revés. Como llevarse los locutores del medio radio para la TV, con el argumento tropical de que aquellos le ponen más emoción a la narración.
El revés
Es costumbre colombiana ver los partidos de fútbol con el audio de los narradores radiales. Generalmente los más fanáticos le bajan el sonido a la televisión y ponen el radio a todo volumen. Así, se mezcla la imagen de un medio frío con el sonido de un medio caliente; la primera con exceso de elementos que literalmente muestran lo que sucede en la cancha, el segundo, con la versión hablada de lo que supuestamente está pasando allí. Olvidan que la TV es un medio completo, un medio audiovisual.
Alertados por semejante competencia y para no perder la preferencia del audio con las emisoras de radio, los productores de TV deciden llamar a estos locutores y los dejan en la plantilla como lo más preciado de sus transmisiones. Generalmente el ídolo es uno de los narradores favoritos que han llegado a la cúspide de alguna de las cadenas nacionales. Generalmente es gritón y tiene un reconocido estilo, por lo cual los oyentes sienten por él una inocultable simpatía: “el mundialista”, “el campeón” y otros epítetos creados por la publicidad. Olvidan ellos que la imagen está mostrando las acciones y que el locutor generalmente es impreciso, va atrasado, recorta algunas incidencias y reitera o engalana las acciones que el espectador está contemplando.
La emoción
Así cree la gente (no creo que los productores) que la emoción del partido está en el locutor. ¡Claro! Con la emisora a todo volumen y el tono alto típico de la locución deportiva, la gente se siente retribuida en el inconsciente, quizás rememorando las épocas cuando los partidos de fútbol no se transmitían por TV y el aficionado se “pateaba” el partido en su transistor.
De esta forma el canal de audio es copado casi totalmente por unos señores encerrados en una cabina, aislados del campo de juego, generalmente mirando un monitor, en donde sólo se escucha la voz del narrador… y un rosario de mensajes comerciales que, al estar en el mismo tono del narrador, hacen creer al fanático que todo es parte de la misma narración; por lo tanto parece no haber interrupciones. Y esto les hace parecer diferente del corte que se produce cuando el fenómeno pasa en la TV.
El derecho
El lenguaje audiovisual de la televisión es muy diferente. En los países que saben manejar este medio, los narradores no le meten el dedo en la boca al televidente. Ni lo irrespetan. El tono del narrador es más pausado porque la imagen habla, está en primer plano. La función del narrador es un complemento, que señala al espectador los nombres de algunos jugadores o comenta la incidencia de las principales acciones, no una reiteración amañada e imprecisa de la imagen. Es una secuencia que se articula con el comentario.
La función del audio en la TV es muy diferente, pues la verdadera emoción no la da el tono del locutor, sino los jugadores con sus acciones, con sus voces, con su jadeo, con el balonazo; la dan los sonidos de la tribuna, los cantos de las barras, las imprecaciones de los fanáticos, las indicaciones de los técnicos y hasta el ruido de objetos que arrojan. Todo eso es lo que le da la verdadera emoción a un partido de fútbol.
En un país que tiene un canal llamado ‘del Dique’ y donde los vehículos tienen prelación sobre los personas, es un país que hace las cosas al revés. Como llevarse los locutores del medio radio para la TV, con el argumento tropical de que aquellos le ponen más emoción a la narración.
El revés
Es costumbre colombiana ver los partidos de fútbol con el audio de los narradores radiales. Generalmente los más fanáticos le bajan el sonido a la televisión y ponen el radio a todo volumen. Así, se mezcla la imagen de un medio frío con el sonido de un medio caliente; la primera con exceso de elementos que literalmente muestran lo que sucede en la cancha, el segundo, con la versión hablada de lo que supuestamente está pasando allí. Olvidan que la TV es un medio completo, un medio audiovisual.
Alertados por semejante competencia y para no perder la preferencia del audio con las emisoras de radio, los productores de TV deciden llamar a estos locutores y los dejan en la plantilla como lo más preciado de sus transmisiones. Generalmente el ídolo es uno de los narradores favoritos que han llegado a la cúspide de alguna de las cadenas nacionales. Generalmente es gritón y tiene un reconocido estilo, por lo cual los oyentes sienten por él una inocultable simpatía: “el mundialista”, “el campeón” y otros epítetos creados por la publicidad. Olvidan ellos que la imagen está mostrando las acciones y que el locutor generalmente es impreciso, va atrasado, recorta algunas incidencias y reitera o engalana las acciones que el espectador está contemplando.
La emoción
Así cree la gente (no creo que los productores) que la emoción del partido está en el locutor. ¡Claro! Con la emisora a todo volumen y el tono alto típico de la locución deportiva, la gente se siente retribuida en el inconsciente, quizás rememorando las épocas cuando los partidos de fútbol no se transmitían por TV y el aficionado se “pateaba” el partido en su transistor.
De esta forma el canal de audio es copado casi totalmente por unos señores encerrados en una cabina, aislados del campo de juego, generalmente mirando un monitor, en donde sólo se escucha la voz del narrador… y un rosario de mensajes comerciales que, al estar en el mismo tono del narrador, hacen creer al fanático que todo es parte de la misma narración; por lo tanto parece no haber interrupciones. Y esto les hace parecer diferente del corte que se produce cuando el fenómeno pasa en la TV.
El derecho
El lenguaje audiovisual de la televisión es muy diferente. En los países que saben manejar este medio, los narradores no le meten el dedo en la boca al televidente. Ni lo irrespetan. El tono del narrador es más pausado porque la imagen habla, está en primer plano. La función del narrador es un complemento, que señala al espectador los nombres de algunos jugadores o comenta la incidencia de las principales acciones, no una reiteración amañada e imprecisa de la imagen. Es una secuencia que se articula con el comentario.
La función del audio en la TV es muy diferente, pues la verdadera emoción no la da el tono del locutor, sino los jugadores con sus acciones, con sus voces, con su jadeo, con el balonazo; la dan los sonidos de la tribuna, los cantos de las barras, las imprecaciones de los fanáticos, las indicaciones de los técnicos y hasta el ruido de objetos que arrojan. Todo eso es lo que le da la verdadera emoción a un partido de fútbol.
Aquí, los genios cierran o aislan el canal de audio del estadio, que queda como en un séptimo plano y dejan como estrella invitada al locutor de marras.
Recuerdo las épocas de narrador de Gabriel Muñoz López, así como las de Andrés Salcedo (foto) en la Voz de Alemania, con sus partidos de la Bundesliga. Era cosa de maestros. Ello confirma que el tiempo pasado fue mejor en producción de televisión en Colombia, por lo menos en el audio.
Los comerciales, una sarta de abusos
Hay quienes dicen que la televisión la pagan los patrocinadores. Y tienen razón. Pero de ahí a que al televidente lo llenen con cientos de mensajes comerciales hay un gran abismo. Y un gran abuso.
La sarta de comerciales parece que fuera un mal necesario que tuviéramos que aguantarnos los colombianos. ¡No! Esto no tiene por qué ser así. Da gusto ver partidos en los que juega la selección nacional en canales como ESPN, donde puede uno ver 90 minutos sin interrupciones odiosas y abusivas. Lo que quieren los canales es multiplicar las utilidades a costa del respeto al televidente, especialmente al televidente cautivo, aquel que no tiene la opción de cambiar de canal. Y también de la degradación del espectáculo, convirtiéndolo en una plaza de vendedores que invaden el espacio público y hasta el privado de las salas y habitaciones de las casas, a donde llega la televisión. Esto sí es un gol al buen gusto y a la paciencia.
Una muestra
La Copa América de Fútbol 2001 se inició el 11 de julio en Barranquilla, con el partido ante Ecuador, que la selección colombiana ganó 1-0. Unos 40 mil fanáticos hacían barra en el Metropolitano y cerca de 20 millones en todo el país estaban pegados al televisor.
Ese día nos dimos a la tarea, a manera de ejercicio, de cuantificar los comerciales durante la transmisión de TV. Se contabilizaron aproximadamente 150 comerciales.
Los formatos en ese momento fueron: proyección del spot en recuadro, franja horizontal animada o estática con audio, aparición de logo con o sin audio y mención del mensaje sólo audio, sin imagen. La duración de los comerciales osciló entre 10 y 30 segundos.
De los 90 minutos de juego, 40 minutos estuvieron dedicados a comerciales y 50 minutos a narración y comentarios, sin contar los 15 minutos de descanso, otro rosario de comerciales, comentarios y repetición de las jugadas.
Como se ve, las cifras son abrumadoras. Y los telespectadores pasan el partido como si nada. Con unas cuantas cervezas o el aguardientico, nadie parece prestarle atención a los mensajes, a los formatos, a la estructura de la información y el partido es la barraquera. Las utilidades son maravillosas y el público queda listo para una próxima oportunidad.
Veremos si en los siguientes partidos, en junio de 2008, las cosas cambian. Por lo pronto, los formatos de comercialización se mantienen y la televisión colombiana sigue cosechando utilidades.
De remate
Ese invento colombiano es tan pintoresco como escuchar una partida de ajedrez narrada por la 'Nena' Jiménez, con comentarios de Martín de Francisco.
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